La naturaleza es sabia, y sabe adaptarse al tiempo como nadie. También para venderse. Fresas, mandarinas, melones o uvas, son frutas de temporada. Y es que la tierra nos ofrece aquellos frutos más apetecibles por sus cualidades y propiedades según la estación del año. Lo mejor según la época. Se adaptan, se moldean, y se perfilan según las necesidades temporales para ser consumidas.
Y de la misma forma que un fresal no da fruto en otoño, ni un castaño lo hace en verano, carece de sentido ofrecer nuestros servicios fuera de temporada. Es tan indispensable adaptarse a las necesidades temporal-ambientales, como brindar gran calidad. Y es que la mercadotecnia no es más que ofrecer el producto indicado, en el momento idóneo y de la forma más competente (y visible).
Igual que el mundo cambia y se muda con el paso irrefrenable de los meses, nuestro servicio inevitablemente también lo hará, siguiendo su ciclo de vida. La clave está en exprimir hasta la última gota en las épocas en que esté en auge y buscar el mercado escondido cuando esté de baja. Tal y como lo han hecho los plátanos canarios en la península, o los aguacates en Europa.
Sin embargo, es evidente que hay aspectos en los que uno se refugiará durante todo el año, o ‘ciclo de vida’. Teniendo en cuenta que su alta disponibilidad disminuirá su apetencia, hay ciertas cualidades que, como las manzanas, se mantienen presentes y regularmente intactas durante los doce meses. Son éstas las que conforman tu esencia, tu forma de ser, tu fundamento. Es lo que te hace reconocible.